Personajes de Guárico: Juan Germán Roscio, Arquitecto Institucional de Venezuela
*** Una investigación que recoge la interesante visión de este personaje, ofrecida por varios
estudiosos e historiadores***
Dr. Adolfo Rodríguez
(Adaptación para publicación: Nancy Martínez)
Conferencia ofrecida en el Primer Ciclo de Conferencias “Dimensiones de Juan Germán Roscio Nieves”, Museo Bolivariano, Caracas, 16 de noviembre 2011, organizada por el Despacho del Viceministro para África adscrito al Ministerio del Poder Popular para Relaciones Exteriores
Hace falta ese estudio de la vida de Juan Germán Roscio que relate cómo se templó su personalidad, desde niño anónimo en su Tiznados natal hasta el instante en que Bolívar lo consagra con los calificativos que más puede preciar quien se esfuerza en apuntalar una república naciente. Ese rango de “virtuoso ciudadano”, “grandeza de (…) alma” y “superioridad” que destaca El Correo del Orinoco en su obituario del 21 de abril de 1821. Reinaldo José Bolívar (2011) ha escrito avances en función de esa posible biografía
- Marginal en sociedad cerrada
- Hacia la realidad social alternativa
- Roscio Nieves, Diputado del Pueblo
- Padre de la Sociedad Patriótica
- Roscio, hombre de cruzadas
- Artífice de la primera norma electoral
- Gestando la Declaración de Independencia
- Arquitecto Institucional de Venezuela
- Primer Canciller de la República
- Roscio, el periodista
Marginal en sociedad cerrada
Nydia Ruiz (1996) indaga
en las conversiones que experimentan sus posturas políticas. Pero caben las
interrogantes, acerca de cómo esa evolución opera desde la cotidianidad de
quien fue marginal, en una sociedad cerrada como la colonia venezolana, en la
que, sin embargo, Roscio establece
nexos con sectores poderosos, algunos de cuyos miembros, a su modo, transitan
desde el monarquismo absoluto hacia el republicanismo.
Clase aparte merece la transfiguración de Roscio hasta hacerse de una lucidez,
insólita en su medio, que no se agota en teorías, como sucede en casi todo
trabajador intelectual, si no que se expone generando pistas para la toma de
decisiones, en instantes en que vacilar es perder, como observó Bolívar.
Entendemos así que Roscio sea tan efectivo tanto en ejecutorias, como en la gestación
de escritos fundacionales del nuevo Estado. Y luce inconmovible ante reveses,
maledicencias, torturas y duros ajetreos interpuestos en la búsqueda del
trascendente ideal.
Bien lo dice El Correo en la edición
mencionada, que “ni las cadenas y mazmorras, ni las miserias y trabajos
llegaron a abatir jamás su impávida firmeza o a desviarle un punto de la senda
del honor”.
Ello, aunado a una sapiencia que lo unge como
“magistrado íntegro”, “patriota eminente”, para la vigilia indispensable ante
las pulsaciones de su obra, y cuanto concurre a constituirla: ni un solo
respiro que no vaya en “servicio de la patria” como establece dicha necrología.
Roscio
fue el toque distintivo que influyó en nuestros comienzos republicanos.
Irreductible en defender “los derechos de la humanidad”, que lo inducen a
reconocer méritos sin importarle rangos, pieles, género, status o sitios.
Debatiendo hasta con el desleal sobre los términos en que debe cifrarse
cualquier pacto institucional como hace ante los insurrectos de Valencia.
Hacia la realidad
social alternativa
Tallado de sí mismo, autodescubrimiento y
forja que va desde el modo de recibir, ordenar, objetivar y trasmitir las
representaciones que los grupos sociales se hacen de la realidad hasta dar,
como observa Ruiz, con “la presentación de un proyecto político, otro, de base
secular e ilustrada: … independentista, liberal y republicano”.
Una “realidad social alternativa” que inserta
en lo natural, en oposición a cierta ¨conciencia errónea¨. Anhelo que una vez
sentado se reproduce “en el tiempo indefinidamente, precisamente por ser la
realización de ¨lo natural¨ en tanto que obra divina, en la política. … sistema
de principios abstractos a la espera de ser puestos en práctica, donde el libre
juego de las individualidades voluntariamente asociadas”, da “paso a la
eclosión de las facultades y potencialidades humanas” (p. 136-7).
Su perspicacia, convicciones y sabiduría, ponen
a Juan Germán Roscio en la
eventualidad de emprender hechos y sentar cátedra, que obliga tanto a la
admiración de adversarios como pone a temblar “tiranos”, según pondera el mismo
Correo.
Idoneidad derivada de esa tensión del alma, a
la que se empeña hasta dar con una dialéctica que le permite argumentar y
emitir las palabras, según el momento, destinatarios, asuntos o acciones a
emprender. Como aquella vez en que, explicando juramentos a favor de Fernando
VII, el 15 de julio de 1808 y el 19 de abril de 1810, con una oración breve,
sobria y tajante asentó que “el primero lo arrancó la fuerza y el segundo la
ignorancia”.
O en aquella proclama en que, ostentando la
condición de Vicepresidente de Colombia, se dirige a los habitantes de la Villa
del Rosario, anunciando en 25 líneas, la instalación del Congreso General.
Sus dotes literarias y disponibilidad para lo
emergente y preciso, ofrece, a sus proclamados, un dictado, a modo de
inscripción lapidaria, que sirve para enorgullecerse ante la historia: “Aquí se
obraron las más importantes transacciones del nuevo Estado, se consolidó la
unión de Cundinamarca, Quito y Venezuela: aquí su independencia y soberanía
quedaron selladas de un modo solemne y definitivo; aquí fueron aprobados los
tratados de paz y reconocimiento de esta nueva nación”
Roscio Nieves, Diputado del Pueblo
Parra Márquez (1952), asegura que Roscio se adueña “completamente de la
escena” el 18 de abril de 1810: se incorpora con el doctor José Félix Sosa a
los conjurados y se autotitula Diputado del Pueblo, habiendo sido quien sugiere
atraerse al canónigo Madariaga, a quien el médico realista José Domingo Díaz
(1961), pondera como hombre formado por la naturaleza para la rebelión, “con un
exterior que manifestaba las más severas virtudes, con unas costumbres
aparentemente austeras, con un espíritu audaz” y otros consideraciones, no tan
simpáticas, estimando a Roscio, “igual en cualidades (…) aunque de más talentos
y conocimientos” (p. 68-9).
Relata Parra Pérez (1959) que Roscio, Sosa y Madariaga “sin ningún
derecho en la asamblea, proponen la formación de una junta gubernativa
presidida por Emparan, -última concesión a la autoridad legítima…” (p. 383).
Los llama “diputados intrusos” que,
acompañados de Francisco José Ribas, “se apoderan del mando, distribuyen
órdenes, arrestan funcionarios…. Disponen el cierre de las iglesias y la
suspensión de las procesiones… en obsequio de la religión, del Rey y de la
amable Patria” (p. 87)
Es como Roscio
deviene en redactor del Acta de ese día, que no declara la independencia, pero
trasluce ya “intención autonomista” (p. 9). Constituyen una Junta Suprema
Conservadora de los Derechos de Fernando VII, rey depuesto por Bonaparte,
colándose, en dicha acta, la noción de “soberanía del pueblo” y la posibilidad
de un gobierno “más conforme con la voluntad general del pueblo”, por lo que Roscio califica tal gesta de
“mascarada”.
De tal forma, justifican el 6 de mayo “la
heroica resolución” de Caracas, como el “principio de las que han de consolidar
la independencia y la libertad de la América Española, contra los ataques
caprichosos de la tiranía y la opresión que gravitan sobre la desgraciada
Europa”.
Expresan que, “por el tiempo y la naturaleza”,
estos “lugares de la tierra” o “esta parte del globo”, facilitan la
conservación de “la libertad” y repelen “ventajosamente los abusos del
despotismo y la arbitrariedad”, amén “de su riqueza y su poder” y ventajas para
el comercio, señala el Obispo Coll y Pratt, tildando de “atrevidos”, los
“escritos oficiales” de “uno solo de los supuestos diputados del pueblo, Juan Germán Roscio”.
Padre de la Sociedad
Patriótica
De Armas Chitty (1992), sostiene que “la
Sociedad Patriótica parece haber tenido origen en un decreto de Roscio del 11 de agosto de 1810,
orientado a estimular la agricultura y las artes:
“Ha determinado la Suprema Junta que se forme
y establezca una Sociedad Patriótica de Agricultura y Economía, que teniendo
por bien principal el adelantamiento de todos los ramos de industria rural de
que es susceptible el clima de Venezuela, se extienda también en sus
investigaciones a cuanto pueda ser objeto de un honrado, celoso y bien
entendido patriotismo”. Institución a la cual asistían mulatos, negros y mujeres
(ib. 71)
El 27 de abril, Juan Germán Roscio Nieves es designado para ocupar la Secretaría de
Relaciones Exteriores de dicha Junta, y es quien envía comisiones diplomáticas
al exterior, en solicitud de respaldos para la causa independentista.
También comunica a Andrés Bello su designación, el 5 de junio de 1810, como Oficial
Primero de dicha Secretaría, para integrar la representación que va a Londres.
No alcanza aún su destino el futuro
gramático, cuando Roscio le escribe el 29 de junio al “amigo y compañero”,
informándole sobre las incidencias del proceso revolucionario, los argumentos
de América para ser libre, la salud de sus familiares.
Texto anticipatorio donde Roscio, conocedor
de las dimensiones intelectuales de su joven interlocutor, le insta a
incrementar su capacidad en aquello que más útil sea para fundar la nación:
“Ilústrese para que ilustre a su Patria”.
Roscio, hombre de cruzadas
Blanco y Azpurua (1875-1877) califica a Roscio como “uno de nuestros maestros
en la cruzada magna regeneradora de Sudamérica en el presente siglo; el hombre
pensador de 1810; el infatigable atleta de la causa americana, que consagró su
cabeza, su pluma y gran parte de su vida a la enseñanza del pueblo en sus
derechos y deberes, principal fundador de la República” (T. III, p 466).
Lo apasionaba el proselitismo, la instrucción
de los ciudadanos y la contrapropaganda: el tercero de los textos políticos
incluido en el tomo II de sus “Obras” (1956) es “Pensamientos sobre una
biblioteca pública en Caracas”, que circula en los días subsiguientes al 19 de
Abril de 1810.
Considera que “la ilustración general es uno
de los polos de nuestra regeneración civil” y “todos la desean”. Y por cuanto “el
pueblo de Caracas ha demostrado ya suficientemente que está pronto a sacrificar
su vida, su comodidad y sus bienes para promover y sostener todo cuanto pueda
contribuir a consolidar la resolución que tomó el 19 de abril; todos deben
instruirse para servir a la Patria con la utilidad que desean, y ella merece; y
por consiguiente no debe esperarse que rehúsen una suscripción, los que miren
el establecimiento de la biblioteca como el único medio de propagar la
ilustración”.
Asegura que “todos los ciudadanos, sin
distinciones de clases, tendrán derecho a concurrir a leer a la biblioteca,
diariamente desde las 8 de la mañana hasta las 2 de la tarde, excepto los
domingos, días festivos y jueves. Nadie será admitido con capa, y a todos se
suministrará tintero, pluma, papel, para extractos o apuntes”. Impreso que
incluye orientación para quienes quisiesen suscribirse
En cartas de esos días, opinó que “para la reforma de las costumbres, es menester recurrir a la educación de la juventud, porque las pasiones desordenadas y envejecidas, en otra gente de mayor calibre, no adquieren esta curación radical con facilitad” (Epistolario II, 236)
El espíritu igualitarista que anima ese
proyecto se mantiene en Roscio
durante el resto de sus días. De manera tal, que en su obra de 1817 argumenta
que una autoridad es legítima si favorece a todos: “el bien común, la necesidad
y utilidad pública, justifican el proceder de aquellos que adornados de la
virtud y talento correspondiente, se aventuran a los riesgos de la administración”
(Roscio, 1983, p 333).
Anheloso de disipar resistencia de las
provincias de Maracaibo, Guayana y Coro, (“esos infelices pueblos” como los
denomina por resistirse a la independencia), cree forzoso el poderío de las
armas, como en la nota precedente, pero en la mayoría de sus escritos, priva su
fe en “la opinión pública” a favor de “la independencia y la libertad civil”
(Epistolario II, 182).
Artífice de la primera norma
electoral
Su genio creador ondea hacia donde más se le
necesite, y en junio redacta la Alocución y Reglamento para la Elección de
Diputados al Primer Congreso de Venezuela, que ha de proveer “una consideración
sólida, respetable, ordenada; que restablezca de todo punto la tranquilidad y
confianza, que mejore nuestras instituciones y a cuya sombra podamos aguardar a
la disipación de las borrascas políticas que están sacudiendo el universo”.
Para el biógrafo Pernalete (2008) se trata de
“un pequeño instructivo para un proceso electoral” de carácter moderno, como
nunca se había realizado en el continente americano, “donde las personas podían
elegir sus autoridades” (p. 48).
Por su parte, Gil Fortoul (1976) consideró
que “la alocución que con el objeto de las elecciones dirigió la Junta Suprema,
y el reglamento correspondiente redactados por Roscio, son el origen y fuente
del Derecho Electoral venezolano. Trata aquella la forma que fue preciso darle
al primer gobierno revolucionario e indica la manera de convertirlo en
verdadera institución nacional” (T. I, p. 233)...
Gestando la Declaración
de Independencia
El Congreso se reúne el 2 de marzo de 1811 y
el 25 de junio, Roscio, como
representante por Calabozo, interviene en los debates para argumentar que la
abdicación de Fernando VII es la razón para que se restituya “a los pueblos sus
derechos”, y aun así, tales pueblos “permanecieron fieles contra sí mismos”.
Mas los acontecimientos imponen la necesidad
de Declarar la Independencia. Roscio
expresa: “Me parece inútil hablar sobre la justicia de nuestra causa, todos
creo que están convencidos de ella… que es asunto propio nuestro, cualquiera
resolución que tomemos relativa a nuestra suerte”-
Su dinamismo, talento y formación lo ungen en
redactor de documentos sustanciales que dan origen a la primera república, como
de otros que sirven de argumentación para que un pueblo, largamente aletargado,
asuma su derecho a la rebelión y a la autodeterminación.
Empecinado descuartizador de arbitrariedades
instituidas y, desde luego, forjador de cuantos razonamientos concurren a
constituirnos como nación soberana e independiente, estudió, procesó y divulgó;
incluso supo discernir y reinterpretar en función de experiencias vividas.
Con la Declaración surgen varias comisiones: Roscio con Francisco Isnardi para
explicar la decisión tomada; otra con Roscio, Isnardi y Fernando Rodríguez del
Toro para redactar el Acta de la Independencia y una tercera conformada por
Roscio, Gabriel de Ponte y Francisco Xavier de Ustáriz para sentar las bases y
principios de nuestra primera constitución, cuya redacción definitiva es
confiada a Isnardi.
Pero se cree que la redacta Roscio, porque en
este documento se defiende, como en otros de sus escritos, la tesis
federalista. A juicio de Parra Márquez (1971), influido por la Constitución de
Filadelfia aprobada en 1787 y presentada por Roscio y otros constituyentistas
ante la Secretaría del Congreso (p. 9)
Parra Pérez (1959) considera que La República
debe a Roscio “entre mil servicios, la redacción del Acta de la Independencia y
del Manifiesto que hace al mundo la Confederación (T. I, p. 479).
El legado de Juan Germán Roscio incluye
además “El Patriotismo de Nirgua y abuso de los Reyes”, según Grases (1974),
uno “de los escritos más significativos del pensamiento” de este prócer,
fechado en el Palacio Federal de Venezuela, el 18 de septiembre de 1811 y
dirigido a la municipalidad de Nirgua, población del estado Yaracuy, que se
había adherido al movimiento insurreccional del 11 de julio contra la
Independencia y estaba siendo incitada por sacerdotes, en defensa de la
religión, supuestamente afrentada.
Roscio emprende, desde entonces, un vasto
operativo doctrinal con vistas a desengañar al pueblo y “desvanecer el error de
que ser republicano era pecado”. Idea que retoma en su magna obra editada en
1817 en Filadelfia.
Arquitecto
Institucional de Venezuela
Con Uztáriz, Paúl y De Ponte es redactor de “el
reglamento provisorio sobre división de poderes” así como “El Plan de
Confederación proyectado para Venezuela”, denominado también “Bases de la
Federación”, encargado por la Junta Suprema a Roscio, Sanz, De Ponte y Uztáriz.
Documentos al parecer desaparecidos, según
Carole Leal (2011), autora para quien Fernando Peñalver, Ustáriz, Roscio,
Yanes, Sata y Antonio Nicolás Briceño representan “los puntales doctrinarios y
fundamentales de ese constituyente en lo tocante a la concepción del proyecto
constitucional, del pacto confederal y del arreglo federal”.
De ese “primer constituyente” o Congreso de
1811, dice Luis Castro Leiva, que procede “nuestro proceso de legitimación
fundamental”, un proceso decisivo para comprender la concepción de libertad que
allí nos fue legada” (Leal, C, ibid, p. 52).
La percepción de Roscio acerca de la carta
magna que debía acomodarse a Venezuela parece provenir de cuidadosas reflexiones
a partir de vivencias personales, la gente que lo rodeaba, la naturaleza del
país y una que otra lectura bien macerada; amén de audaces posturas que sólo
tendrán debido esclarecimiento años más tarde, como ésta referida al
determinismo geográfico:
“El clima tampoco debe tener
influjo en las leyes constitucionales, y destructivas del despotismo, porque
ningún clima está destinado para la esclavitud; es sólo el clima de ignorancia,
fanatismo y preocupación que influye a favor de la servidumbre y tiranía”
(Carta a DG el 15.2.1812, Epistolario 249-251).
Destaca el historiador Meza Dorta, G. (2007)
que para hablar de “democracia en Venezuela” es imposible pasar por alto “lo
sucedido entre 1812 y 1813”- puntualiza que “el proceso político venezolano que
va de 1808 a 1812 reúne todo el cuerpo doctrinal de la democracia moderna; más
aún: establece con carácter premonitorio la llamada democracia deliberativa,
que algunos llaman participativa”.
También enfatiza que “todas las ideas fundadoras de la democracia están allí, si
entendemos por tal la división de poderes, los derechos humanos, la tolerancia,
la libertad de pensamiento y la libertad de culto” (p. 48).
Para este historiador, “el éxito en el 5 de
julio está vinculado a la trascendencia de sus propias ideas” que enumera en
las pp. 58-9, que en tal proceso no hubo anarquía, sino ideas y propósitos
claros: liberarse de la colonia para asumir la soberanía, reconstruir la vida
civil, eliminar la tradición autoritaria, acabar con la sociedad jerarquizada y
estamentista, sustituyéndola por una igualitaria y democrática; construir un
nuevo estado republicano, evitar el despotismo y sus diversas modalidades (pp.
94-5).
Igualmente, estima que aunque “los fundadores
no pudieron gobernar… dejaron un legado intelectual hasta ahora insuperable”
(p. 188). Meza es partícipe de la tesis de que “la independencia fue un proceso
lento pero firme, que desató sus amarras el 19 de abril y el 5 de julio, en
cuyo contenido están los presupuestos básicos de una democracia republicana”
Primer Canciller
de la República
A su retorno a Venezuela a fines de 1818,
Roscio es designado por Bolívar Director General en Rentas, equivalente al de
Ministro de Hacienda. Asimismo es miembro del Consejo de Estado e integrante de
la comisión encargada de redactar el reglamento para las elecciones de
representantes para el próximo Congreso. Es electo diputado por la provincia de
Caracas y demuestra en Angosturas “dotes parlamentarias y su experiencia
política” al decir de Parra Márquez (1971, p. 12).
Se ocupa entonces de traducir, en hechos de
estado, ideas en cuanto a religión y comienza la tarea de convenir con el Vaticano
un concordato, en su condición de Primer Canciller de la República. .
De su ansiedad por el manejo escrupuloso de
los bienes públicos hay testimonios elocuentes. Un prurito de austeridad y
contención que parece abrevado en el modo de ser de sus paisanos llaneros.
Pero también en su conocimiento de la
historia universal: comentando en su libro de 1817 que ¨mientras fueron pobres, los romanos conservaron la integridad y
pureza de su disciplina. Fueron virtuosos republicanos, mientras que, contentos
con su frugalidad primitiva, abominaron del lujo. Se corrompieron cuando traspasaron
los límites de la sobriedad. Abundaron entonces los crímenes y empezó la
decadencia de su libertad¨. Un imperativo de ¨honesta mediocridad¨ en cuanto ¨a
posesión de grandes riquezas¨ (p. 283- 4)
Ética irreductible que expresa en sentencias
como aquella de que ¨por más lucrativa y útil que sea una mentira, jamás
tenemos derecho a decirla, y sostenerla¨ (p. 334).
En mayo de 1820, Revenga informa a Bolívar
que “el Sr. Roscio se adhiere a la ley, y parece no tener parientes ni amigos.
Disgusta por consiguiente a todos los empleados, a quienes de continuo predica
el cumplimiento de su obligación”. Agrega que se resienten “los que estaban
acostumbrados al despilfarro en los recursos del gobierno. ¿Será que no
conviene ser Catón al presente? Yo creo que si hemos de tener República son
necesarios muchos Catones”.
Del 13 de septiembre de 1820 es la carta de
Bolívar a Santander, donde define a Roscio como “un Catón prematuro en una
república en que no hay leyes ni costumbres romanas”, como reconviniéndole
alguna tozudez moral que podría estrellarse contra la realidad, como otras convicciones
que el mismo Roscio convenía en reservarse. Un elogio, pero también advertencia
frente a alguna temeridad del oriundo de las zonas del río Tiznados.
En la Carta de Jamaica, parece aludirlo
Bolívar cuando se queja de que la Primera República hubiese contado con
¨filósofos por Jefes, filantropía por legislación, dialéctica por táctica y
sofistas por soldados¨
Roscio, el
periodista
Es de los redactores del periódico con el
cual El Libertador emprende la batalla decisiva por el proyecto emancipador: el
Correo del Orinoco, mientras otra vez es representante en el Congreso que funda
la macro Nación que Bolívar llama la Gran Colombia. Siendo su vicepresidente,
sus pasiones libertarias cesan en un instante supremo de su fulgurante elipsis
de mártir, fundador y ejecutor de un anhelo permanente en el marco de la audaz
y justiciera radicalidad que quiso imprimirle.
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